jueves, 6 de octubre de 2011

Desandar a Pina Bausch


Pina Bausch en Café Müller.


Hoy soñé con Pina Bausch y hace tres días con Sylvia Plath. Sylvia escribía a máquina pero se movía fantasmalmente y Pina me miraba mientras yo la intentaba imitar. No fue alegría precisamente lo que sentí al soñar con ellas. Supongo que es por el respeto que infunde su rostro en el caso de Pina o por el triste final de Sylvia. O porque ambas simplemente están muertas.


Y sobre todo Pina. La bailarina, coreógrafa, profesora de danza y directora del teatro de baile de su mismo nombre la encontramos ahora por partida doble en los cines españoles. Tenemos Dancing dreams en el Pequeño Cine Estudio en Madrid, el cine más escondido que conozco, que durará lo que la jubilación le permita al hombre (chicos y chicas aquí una oportunidad de ¿trabajo futuro?) y por otro lado la película en 3D de Wim Wenders Pina proyectada en muchos otros.


Como de lo que aquí se trata es de trazar las huellas de ciertas cosas vistas y oídas, desandando el camino he de decir como siempre…ALMODÓVAR. No es baladí esta aparición. La primera vez que escuché y vi a Pina Bausch fue en Hable con ella. Como bien decía Almodóvar, en Pina, encontró las mejores puertas por las que entrar y salir de su película, para entrar tristemente y para salir alegremente.







Almodóvar volvió a estar cuando (no puedo decir conocí) vi a Pina en persona saludándose ambos entre los pasillos internos del Teatro de la Zarzuela. Hace seis años, por circunstancias que no vienen al caso, cuidé a dos niñas de la compañía. Hijas de dos de los bailarines; la brasileña Ruth Amarante y el colombiano Jorge Puerta Armenta, dos seres tranquilos, amables, en volandas y en paz. Así los recuerdo. Estaban como en casa, nada de nervios, disfrutando del previo y deseando disfrutar de nuevo sobre el escenario. Y allí me encontré, con movimiento, con idiomas (las niñas dominaban el alemán, portugués y español que son los que pude escuchar yo) y con el Tanztheater, algo así como danza-teatro que llevaba creando Pina desde 1973 y desde Wuppertal, a mis oídos casi como un sitio mítico a modo del Winnipeg canadiense de Guy Maddin aunque ambos sean más que reales.


Hasta ese momento de ella solo sabía lo que vi en Hable con ella y la danza no era un mundo que me atrajera, bien por desconocimiento, bien por no ver lo adecuado… para mí. El interés recaía aún en Almodóvar. Pero se me dio la oportunidad de ver un par de funciones de su obra Nefés, (al menos una entera) puesto que las niñas al igual que yo se quedaron quietas, anonadadas ante lo que estaba sucediendo en el escenario. Ellas estaban acostumbradas a todo esto, a ver a sus padres, reproducían en el hotel movimientos, lo intentaban. Estaban totalmente impregnadas de ese mundo. Y yo lo que vi era único para mí. Solo se puede describir con la palabra emoción. Son de esos escasos momentos en que parece que el corazón se ha puesto donde pasa la respiración y luchan por salir a la vez de tu cuerpo. Y el estímulo era constante. Nefés, en turco «respiración» es una obra creada en el 2002 por su compañía con la colaboración del Festival de teatro internacional de Estambul y la Fundación de Estambul de la cultura y las artes. Lo que presencié era una obra llena de buena música, de sensualidad, de vida y de agua y recuerdo la interacción de los bailarines con ella, con la que no jugaban sino que se fusionaban.



Ruth Amarante y Jorge Puerta Armenta en Nefés.



Espejo doble en Nefés de Pina Bausch.



Y siguiendo el hilo de los acontecimientos, recuerdo que los padres de las niñas, los bailarines me escribieron su dirección, en Wuppertal para que si se me ocurría alguna vez ir por allí, que pasara a saludarles. ¿Por qué dejo pasar ciertas cosas? ¿Por qué tanta inconsciencia? Y no fijo esos momentos tan vívidos ni en el recuerdo. Han tenido que venir estas dos películas para que me emocionara con lo que allí viví. Así que agradecida a las dos. Que nos invada el recuerdo de Pina, claro que sí.




Dancing dreams se os va a escapar.




Las dos películas son para recomendar por diversos motivos. La primera, Dancing dreams. Aprendiendo con Pina Bausch  (Tanzträume. Jugendliche tanzen KONTAKTHOF von Pina Bausch, Rainer Hoffman,  Anne Linsel, 2010) es un documental a ras de suelo en torno al esfuerzo que supone el poner en pie una obra combinado con la adolescencia alemana. La obra de Pina Bausch que intentan levantar es Kontakthof, una obra de 1978 que se representó en el 2000 con gente de 65 años y que hace un par de años se hizo con chicos de 14 que es la que vemos construirse en el documental.



Kontakthof a los 14 y a los 65.




También es la obra con la que el festival de Otoño del 2009 homenajeó a Pina Bausch (ya que falleció a finales de junio de ese año) en su versión 65 años. Este documental se hizo con Pina presente (Wim Wenders no llegó a tiempo). La presencia de Pina aquí es fugaz, distante, como una diosa que observa tras una mesa (momento que se repite como recuerdo en varias ocasiones en la película de Wim Wenders). Pero los chicos la descubren realmente con su obra y descubriéndose a sí mismos. Las distancias entre ellos y las distancias con el mundo se van rompiendo pues es una danza que Pina construía con las respuestas físicas de sus bailarines ante preguntas/demandas lanzadas por ella. Aquí os dejo un poquito de ese contacto.






Lo que hemos visto aquí arriba forma parte de un largo que dirigió Chantal Akerman en 1983 para la televisión: Un jour Pina m’a demandé, en la que sigue durante cinco semanas a la compañía de Pina. Wim Wenders, Chantal Akerman, Pedro Almodóvar y Federico Fellini. Este es el nada despreciable historial cinematográfico de Pina, aunque en realidad en todos era ella misma pues actuar, actuar sólo lo hizo en Y la nave va (E la nave va, Federico Fellini, 1983). Como creadora cinematográfica hizo una sola incursión con El lamento de la emperatriz (Die Klage der Kaiserin, 1990) totalmente relacionada con su mundo.


Pina Bausch como la princesa Lherimia por Fellini.


La colaboración con Wim Wenders es en realidad un homenaje puesto que cuando se tenían que poner manos a la obra falleció la alemana. Hasta ahora Wenders en sus documentales había reflejado la moda (Notebook on cities and clothes, 1989), el cine (Tokio-Ga, 1985 y Chambre 666, 1982) y la música (Buena Vista Social Club, 1999 y The soul of a man, 2003). Con Pina se atreve con la danza.



Dita Miranda Jasjfi la más débil y la más fuerte.




Pina es una película en 3D por lo que la entrada para el cine es cara y más si no llevas gafas de tu propiedad. Quien quiera ahorrarse algo yo tengo dos de ida y vuelta que nunca se sabe si de pronto Almodóvar me va a hacer una del oeste en esas condiciones. Avisados quedáis, si es que no lo habéis sentido por avatares o cavernas que quedaréis más o menos como aquí os enseña el mismo Wim Wenders y tan atenta observa la Merkel.



Wim Wenders enseña cómo se debe ver el cine en 3D.


Superada esta circunstancias lo que puedes tener ante tus ojos no puede provocarte menos que admiración. Es evidente que por la parte que le toca a Pina Bausch pero también por lo que le toca al director alemán. Ha escogido la combinación perfecta, los fragmentos adecuados que darnos. Lo que nos muestra son pequeños bocados de tres obras de Pina representados por su compañía. Cada uno de ellos recuerda algo de ella evitando la mirada a cámara hasta el final, mostrándonos a continuación su momento de gloria. Y allí la vemos, vemos esa feminidad del baile, lo circular, el movimiento, de ahí esos vestidos vaporosos y sobre todo esas largas melenas de sus bailarinas que son casi como una seña de distinción (no hay más que ver a las dos exalumnas de Pina y ahora maestras en Dancing dreams). Es una parte más con la que interactuar, con la que jugar. Y eso sucede en dos territorios; en diversos exteriores (vemos Wuppertal y entonces parece un poquito más real) e interiores y en un teatro que funciona de apertura y cierre y donde vemos proyectadas imágenes de la misma Pina. Los bailes en el teatro juegan a su vez con la ilusión de un espacio ilimitado y con los límites del escenario.



Fabian Prioville y Azusa Seyama por Donata Wenders.





Damiano Ottavio Bigi y Silvia Farias por Donata Wenders.



Cuando la cámara sale del teatro intenta ubicarse en lugares perfectos, que hagan contraste, que armonicen, que intenten constreñir ese baile liberador y no lo consigan a base de repeticiones. Esas repeticiones suyas tan características que consiguen provocar cierta catarsis en el espectador: éxtasis de una pareja, impotencia e incomodidad ante el toqueteo masculino por ejemplo. Es una gran experiencia descubrirte y analizarte mientras observas. Porque en Pina hay momentos para deleitarse estéticamente pero también para deconstruirte como persona. Para mí no hay duda de que la cartelera se quedará un poco huérfana cuando dejen de proyectar Pina así que corran a verla.





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